Biografia de Rafael Escalona

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Rafael Escalona

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Rafael Escalona

RAFAEL CALIXTO ESCALONA MARTINEZ, nació en Patillal, Cesar, el 27 de mayo de 1927. Fue el séptimo de nueve hermanos del hogar conformado por Clemente Escalona Labarces, coronel de la guerra de los Mil días, y Margarita Martínez Celedón.

Poco a poco fue recogiendo historias que serían la base de sus afamados vallenatos; el primero fue compuesto, en febrero de 1943, cuando apenas contaba 15 años; a él siguieron 85 composiciones más, melodías en las que no solamente se puede reconstruir su vida, sino también la del viejo departamento del Magdalena, aporte que le ha dado a la música vallenata hasta convertirla en carta de identidad de toda una región. Escalona ha recibido muchos homenajes, condecoraciones y ha sido diplomático, pero quizás el más grande fue el reconocimiento que su 'primo' Gabriel García Márquez le hizo cuando dijo que 'Cien años de Soledad no era más que un vallenato de 350 páginas'.

Rafael Escalona Martínez tenía quince años cuando compuso su primer canto vallenato. Un lustro antes había viajado del pequeño municipio de Patillal (Cesar), donde nació el 17 de mayo de 1927, a estudiar en Valledupar. Amiguero y sentimental, la vida escolar fue para él un plato agridulce, como lo revelan muchos de sus cantos ('El hambre del Liceo', 'El testamento', 'El bachiller'). Terminada la primaria, entró al colegio María Concepción Loperena, un instituto de bachillerato fundado meses atrás.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha. Escalona lamentó a su manera la partida del profesor. Había crecido escuchando a los campesinos y trovadores del Valle de Upar cuando interpretaban merengues, puyas, sones y paseos en las parrandas. Sabía, pues, que el que siente, canta. De modo que no encontró recurso más natural para despedir al maestro que componerle un paseo.

Son tres breves estrofas en las que se adivina ya la semilla que luego iba a desarrollar a lo largo de seis décadas -y las muchas, quiera Dios, que falten- en una obra que ha sido embajadora de Colombia en medio mundo. El paseo habla de los paisajes locales ('Cuando sopla el viento frío de la Nevada...'); de las tribulaciones del estudiante ('...que en horas de estudio llega al Loperena'); de prematuras nostalgias ('¡qué triste quedó el Loperena, qué tristes quedaron sus aulas!); y de sentimientos personales: El nos dijo adiós, porque se ha ido, y le dijimos adiós, pero que vuelva. 'El profe Castañeda' fue el primer canto de Rafael Escalona. Su fecha exacta: febrero de 1943. Desde entonces ha compuesto unos noventa más, muchos de los cuales -'La casa en el aire', 'Elegía a Jaime Molina', 'La vieja sara', 'El Almirante Padilla'- conocen de memoria los colombianos de varias generaciones. La obra de Escalona es un mosaico pintoresco y lleno de gracia que narra las historias, las costumbres y chismes de su tierra, según ocurre en 'La patillalera', 'La custodia de Badillo', 'El villanuevero', 'El general Dangond'... Pero también deja testimonio de sus amores y dolores, como en 'La historia', 'Honda herida', 'La brasilera', 'Dina Luz'... Versificador preciso y compositor sorprendente, en sus mejores cantos aparecen dosis magistralmente medidas de humor y poesía.

Compositor típico y atípico

Las historias de Escalona salieron de Valledupar en los años cincuenta; sedujeron a los cachacos en los años sesenta; en los setenta fueron catalizador para que el vallenato se convirtiera en la música colombiana más popular; pasaron al repertorio internacional y a la televisión en los ochenta; y sirvieron en los noventa para producir impacto en el mercado de discos y conciertos de América y Europa, de la mano de Carlos Vives. Cantos suyos han sido interpretados por artistas y orquestas famosas de América y Europa. De algunos de ellos hay versiones en salsa, en música sinfónica y hasta en flamenco.

No quiere esto decir que Rafael Escalona sea el único compositor vallenato. Hay una constelación de nombres que también ha tenido su parte en el éxito de esta expresión folclórica como música de masas. Pero es el más famoso y uno de los más extraordinarios. Su biógrafa Consuelo Araujonoguera dice: 'Es el más grande de todos. El que resiste todos los análisis que se le quieran hacer a sus cantos y todas las críticas que haya que formularle a su persona'.

Escalona, en todo caso, es un claro símbolo de la música vallenata. Mejor aún: un mito. Así lo reconoce 'Cien años de soledad' al incluirlo con nombre y apellido entre los personajes de Macondo. Lo curioso es que algunas de las características de Escalona se apartan de lo que podría considerarse clásico o tradicional en el mundo del folclor del Cesar. A diferencia de los grandes acordeoneros que han tejido la historia de esta música, Escalona no toca ningún instrumento. En contraste con figuras como Alejo Durán, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, que han dado voz a sus composiciones, Escalona rara vez canta. Y, al contrario de los campesinos y vaqueros pobres y a menudo analfabetos que dieron bulto al género, Escalona procede de una familia adinerada y aristocrática. La típica familia que gozaba con las parrandas pero consideraba que hacer canciones era oficio de gente humilde.

Así había sido durante muchos años. La música vallenata nació en piso de tierra, producto de la sensibilidad de las tres razas que formaron la nación costeña: indios, blancos y negros. Puede decirse, esquemáticamente, que los instrumentos básicos del vallenato representan este mestizaje racial: el acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca precolombina.

Antigua música de provincia

Resulta imposible precisar en qué punto exacto de la geografía del norte de Colombia surgió el vallenato. La región donde aparecen estos cantos abarcaba partes de lo que hoy son los departamentos del Magdalena, Cesar, Guajira, Bolívar y Sucre. Hasta hace medio siglo se la conocía como la Provincia de Valledupar y Padilla o, más familiarmente, 'la Provincia'.

Seguramente la música de acordeón, que tuvo como evangelistas a la guitarra y la armónica, empezó a brotar en muchos puntos a la vez, ya que no fue obra de artistas sedentarios. Por el contrario, recorría el campo con los vaqueros, acudía a ferias con los campesinos, llevaba noticias de aquí y de allá con los primeros trovadores y juglares de la región. Más tarde se desarrolló en las colitas, juergas marginales que hacían los pobres en el patio de atrás del festín de ricos, y se reveló a muchos colombianos del interior que llegaron en los años veinte a trabajar en la Zona Bananera de Santa Marta. Fue música de parrandas, de desafíos, de fondas y de burdeles.

Cuando nació la radio en Colombia, por los años treinta, el vallenato fue uno de los primeros invitados a probar la magia del micrófono. Desde entonces su suerte ha estado vinculada a los nuevos medios de difusión del sonido. Ninguna expresión musical nacional ha vendido tantos discos en Colombia como el vallenato; la radio ofrece numerosas estaciones enteramente dedicadas a este género; el cine ha llevado a la pantalla a ídolos del canto vallenato, como Diomedes Díaz; y la televisión ha acogido también la popularidad de su cultura. La obra de Escalona, jusamente, inspiró una célebre telenovela que se transmitió a muchos países.

A medida que avanza su suceso, el vallenato ha ido ocupando entornos distintos: de la parranda a la caseta de feria, y de esta al concierto de estadio. Carlos Vives lo envolvió en una atmósfera contemporánea y lo condujo a donde no había podido llegar: los grandes sectores juveniles urbanos que eran pasto del rock.

Escalona es heredero de una sólida tradición que nació hace más de un siglo con el acordeonero José León Carrillo Mindiola, un joven de Atanquez (Cesar) a quien enviaron a España a mediados del siglo pasado creyendo adivinar en él honda vocación religiosa. La tenía, y honda, pero de parrandero. Muy pronto colgó las sandalias de lego y regresó a Valledupar armado de un acordeón con el que recogió las melodías que ya empezaban a sacudir el aire caliente en la flauta indígena o gaita.

A este patriarca sucedieron muchos compositores, incluídos el mítico Francisco el Hombre (Francisco Moscote), Sebastián Guerra, José Antonio y Germán Serna, Chico Bolaños, Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Samuel Martínez, Lorenzo Morales, Juancho Polo, Náfer Durán, Pacho Rada, Abel Antonio Villa, Calixto Ochoa, Julio Erazo, Rafael Campo Miranda y Carlos Huertas. Con Escalona comparten hoy el altar mayor cuatro compositores vivos: Leandro Díaz, Emiliano Zuleta, Calixto Ochoa y Adolfo Pacheco, músico enorme de la región de Bolívar donde el vallenato se acuesta con la cumbia. Hace un cuarto de siglo que el éxito del vallenato creó un mercado profesional de cantantes estrellas y acordeoneros de singular talento. Unos y otros son muchos y muy buenos como para intentar una lista incompleta en este breve e}piezas clásicas que de otro modo habrían permanecido olvidadas. Pero también, a instancias del boom comercial, surgió un tipo de vallenato deformado, falso, hueco y lacrimoso que ha sido el} Hombre.

Cuando se retiró del colegio sin haber conseguido el malhadado cartón de bachiller, Escalona se dedicó a la agricultura. Mujeriego, parrandero y hombre de pantalones - sobre los que brillaba a menudo una pistola calibre 45 con sus iniciales grabadas en la cacha-, sucumbió por fin al mandato matrimonial en 1951.

Marina Arzuega, su primera esposa, es la famosa Maye que aparece en muchos}aire' y Rosa María, la de 'El manantial. Al cabo de vivir durante muchos años en su hacienda 'Chapinero', en las afueras de Valledupar, de formar parte del frente cívico y político que impul}ontaje del Festival Vallenato y de ser punto de referencia obligado para periodistas y visitantes ilustres, llegó el año de 1975 que provocó un giro radical en Escalona. En ese año se casó por}amá) como cónsul de Colombia. Empezó así una nueva etapa de su vida y su música. Luego de tres años en el cargo, regresó a Colombia. Pero ya no volvió a afincarse en Valledupar. Al principio diagonal a la Academia de la Lengua, a tiro de piedra de l iglesia de Las Aguas y a 700 metros de la Quinta de Bolívar.

Con el tiempo, este veterano cultivador de canciones y de arroz en zonas tórridas ha acabado por adaptarse a la capital. Viste siempre de paño oscuro, muy elegante, y usa guantes para protegerse del frío. Compone menos que antes - nunca ha sido muy prolífi}e a oc}s gremiales y a ratos coge los pinceles y pinta. Es coleccionista de navajas y amigo de sus amigos. Sigue siendo enamoradizo, sentimental y de lágrima floja. No hay hijo que no reconozca, ni whisky fino al que no le haga asco, ni mujer a la que le niegue un piropo, un verso o un canto improvisado del que luego no queda registro.

Más de una vez se ha desfiado a duelo con adversarios de ocasión, y algún ángel guardián lo ha salvado milagrosament}durante años le escamotearon; sigue siendo parrandero bueno; canta bajito y bien sus propios cantos, y silba melodías cuando está en trance de componer. Ha sido condecorado por varios presid}rsitarios y centro de muchos homenajes.

Por: Daniel Samper Pizano

Biografia de Rafael Escalona

Fuente: Rafael Escalona | Visitas: 133177

Rafael Escalona

RAFAEL CALIXTO ESCALONA MARTINEZ, nació en Patillal, Cesar, el 27 de mayo de 1927. Fue el séptimo de nueve hermanos del hogar conformado por Clemente Escalona Labarces, coronel de la guerra de los Mil días, y Margarita Martínez Celedón.

Poco a poco fue recogiendo historias que serían la base de sus afamados vallenatos; el primero fue compuesto, en febrero de 1943, cuando apenas contaba 15 años; a él siguieron 85 composiciones más, melodías en las que no solamente se puede reconstruir su vida, sino también la del viejo departamento del Magdalena, aporte que le ha dado a la música vallenata hasta convertirla en carta de identidad de toda una región. Escalona ha recibido muchos homenajes, condecoraciones y ha sido diplomático, pero quizás el más grande fue el reconocimiento que su 'primo' Gabriel García Márquez le hizo cuando dijo que 'Cien años de Soledad no era más que un vallenato de 350 páginas'.

Rafael Escalona Martínez tenía quince años cuando compuso su primer canto vallenato. Un lustro antes había viajado del pequeño municipio de Patillal (Cesar), donde nació el 17 de mayo de 1927, a estudiar en Valledupar. Amiguero y sentimental, la vida escolar fue para él un plato agridulce, como lo revelan muchos de sus cantos ('El hambre del Liceo', 'El testamento', 'El bachiller'). Terminada la primaria, entró al colegio María Concepción Loperena, un instituto de bachillerato fundado meses atrás.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha. Escalona lamentó a su manera la partida del profesor. Había crecido escuchando a los campesinos y trovadores del Valle de Upar cuando interpretaban merengues, puyas, sones y paseos en las parrandas. Sabía, pues, que el que siente, canta. De modo que no encontró recurso más natural para despedir al maestro que componerle un paseo.

Son tres breves estrofas en las que se adivina ya la semilla que luego iba a desarrollar a lo largo de seis décadas -y las muchas, quiera Dios, que falten- en una obra que ha sido embajadora de Colombia en medio mundo. El paseo habla de los paisajes locales ('Cuando sopla el viento frío de la Nevada...'); de las tribulaciones del estudiante ('...que en horas de estudio llega al Loperena'); de prematuras nostalgias ('¡qué triste quedó el Loperena, qué tristes quedaron sus aulas!); y de sentimientos personales: El nos dijo adiós, porque se ha ido, y le dijimos adiós, pero que vuelva. 'El profe Castañeda' fue el primer canto de Rafael Escalona. Su fecha exacta: febrero de 1943. Desde entonces ha compuesto unos noventa más, muchos de los cuales -'La casa en el aire', 'Elegía a Jaime Molina', 'La vieja sara', 'El Almirante Padilla'- conocen de memoria los colombianos de varias generaciones. La obra de Escalona es un mosaico pintoresco y lleno de gracia que narra las historias, las costumbres y chismes de su tierra, según ocurre en 'La patillalera', 'La custodia de Badillo', 'El villanuevero', 'El general Dangond'... Pero también deja testimonio de sus amores y dolores, como en 'La historia', 'Honda herida', 'La brasilera', 'Dina Luz'... Versificador preciso y compositor sorprendente, en sus mejores cantos aparecen dosis magistralmente medidas de humor y poesía.

Compositor típico y atípico

Las historias de Escalona salieron de Valledupar en los años cincuenta; sedujeron a los cachacos en los años sesenta; en los setenta fueron catalizador para que el vallenato se convirtiera en la música colombiana más popular; pasaron al repertorio internacional y a la televisión en los ochenta; y sirvieron en los noventa para producir impacto en el mercado de discos y conciertos de América y Europa, de la mano de Carlos Vives. Cantos suyos han sido interpretados por artistas y orquestas famosas de América y Europa. De algunos de ellos hay versiones en salsa, en música sinfónica y hasta en flamenco.

No quiere esto decir que Rafael Escalona sea el único compositor vallenato. Hay una constelación de nombres que también ha tenido su parte en el éxito de esta expresión folclórica como música de masas. Pero es el más famoso y uno de los más extraordinarios. Su biógrafa Consuelo Araujonoguera dice: 'Es el más grande de todos. El que resiste todos los análisis que se le quieran hacer a sus cantos y todas las críticas que haya que formularle a su persona'.

Escalona, en todo caso, es un claro símbolo de la música vallenata. Mejor aún: un mito. Así lo reconoce 'Cien años de soledad' al incluirlo con nombre y apellido entre los personajes de Macondo. Lo curioso es que algunas de las características de Escalona se apartan de lo que podría considerarse clásico o tradicional en el mundo del folclor del Cesar. A diferencia de los grandes acordeoneros que han tejido la historia de esta música, Escalona no toca ningún instrumento. En contraste con figuras como Alejo Durán, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, que han dado voz a sus composiciones, Escalona rara vez canta. Y, al contrario de los campesinos y vaqueros pobres y a menudo analfabetos que dieron bulto al género, Escalona procede de una familia adinerada y aristocrática. La típica familia que gozaba con las parrandas pero consideraba que hacer canciones era oficio de gente humilde.

Así había sido durante muchos años. La música vallenata nació en piso de tierra, producto de la sensibilidad de las tres razas que formaron la nación costeña: indios, blancos y negros. Puede decirse, esquemáticamente, que los instrumentos básicos del vallenato representan este mestizaje racial: el acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca precolombina.

Antigua música de provincia

Resulta imposible precisar en qué punto exacto de la geografía del norte de Colombia surgió el vallenato. La región donde aparecen estos cantos abarcaba partes de lo que hoy son los departamentos del Magdalena, Cesar, Guajira, Bolívar y Sucre. Hasta hace medio siglo se la conocía como la Provincia de Valledupar y Padilla o, más familiarmente, 'la Provincia'.

Seguramente la música de acordeón, que tuvo como evangelistas a la guitarra y la armónica, empezó a brotar en muchos puntos a la vez, ya que no fue obra de artistas sedentarios. Por el contrario, recorría el campo con los vaqueros, acudía a ferias con los campesinos, llevaba noticias de aquí y de allá con los primeros trovadores y juglares de la región. Más tarde se desarrolló en las colitas, juergas marginales que hacían los pobres en el patio de atrás del festín de ricos, y se reveló a muchos colombianos del interior que llegaron en los años veinte a trabajar en la Zona Bananera de Santa Marta. Fue música de parrandas, de desafíos, de fondas y de burdeles.

Cuando nació la radio en Colombia, por los años treinta, el vallenato fue uno de los primeros invitados a probar la magia del micrófono. Desde entonces su suerte ha estado vinculada a los nuevos medios de difusión del sonido. Ninguna expresión musical nacional ha vendido tantos discos en Colombia como el vallenato; la radio ofrece numerosas estaciones enteramente dedicadas a este género; el cine ha llevado a la pantalla a ídolos del canto vallenato, como Diomedes Díaz; y la televisión ha acogido también la popularidad de su cultura. La obra de Escalona, jusamente, inspiró una célebre telenovela que se transmitió a muchos países.

A medida que avanza su suceso, el vallenato ha ido ocupando entornos distintos: de la parranda a la caseta de feria, y de esta al concierto de estadio. Carlos Vives lo envolvió en una atmósfera contemporánea y lo condujo a donde no había podido llegar: los grandes sectores juveniles urbanos que eran pasto del rock.

Escalona es heredero de una sólida tradición que nació hace más de un siglo con el acordeonero José León Carrillo Mindiola, un joven de Atanquez (Cesar) a quien enviaron a España a mediados del siglo pasado creyendo adivinar en él honda vocación religiosa. La tenía, y honda, pero de parrandero. Muy pronto colgó las sandalias de lego y regresó a Valledupar armado de un acordeón con el que recogió las melodías que ya empezaban a sacudir el aire caliente en la flauta indígena o gaita.

A este patriarca sucedieron muchos compositores, incluídos el mítico Francisco el Hombre (Francisco Moscote), Sebastián Guerra, José Antonio y Germán Serna, Chico Bolaños, Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Samuel Martínez, Lorenzo Morales, Juancho Polo, Náfer Durán, Pacho Rada, Abel Antonio Villa, Calixto Ochoa, Julio Erazo, Rafael Campo Miranda y Carlos Huertas. Con Escalona comparten hoy el altar mayor cuatro compositores vivos: Leandro Díaz, Emiliano Zuleta, Calixto Ochoa y Adolfo Pacheco, músico enorme de la región de Bolívar donde el vallenato se acuesta con la cumbia. Hace un cuarto de siglo que el éxito del vallenato creó un mercado profesional de cantantes estrellas y acordeoneros de singular talento. Unos y otros son muchos y muy buenos como para intentar una lista incompleta en este breve e}piezas clásicas que de otro modo habrían permanecido olvidadas. Pero también, a instancias del boom comercial, surgió un tipo de vallenato deformado, falso, hueco y lacrimoso que ha sido el} Hombre.

Cuando se retiró del colegio sin haber conseguido el malhadado cartón de bachiller, Escalona se dedicó a la agricultura. Mujeriego, parrandero y hombre de pantalones - sobre los que brillaba a menudo una pistola calibre 45 con sus iniciales grabadas en la cacha-, sucumbió por fin al mandato matrimonial en 1951.

Marina Arzuega, su primera esposa, es la famosa Maye que aparece en muchos}aire' y Rosa María, la de 'El manantial. Al cabo de vivir durante muchos años en su hacienda 'Chapinero', en las afueras de Valledupar, de formar parte del frente cívico y político que impul}ontaje del Festival Vallenato y de ser punto de referencia obligado para periodistas y visitantes ilustres, llegó el año de 1975 que provocó un giro radical en Escalona. En ese año se casó por}amá) como cónsul de Colombia. Empezó así una nueva etapa de su vida y su música. Luego de tres años en el cargo, regresó a Colombia. Pero ya no volvió a afincarse en Valledupar. Al principio diagonal a la Academia de la Lengua, a tiro de piedra de l iglesia de Las Aguas y a 700 metros de la Quinta de Bolívar.

Con el tiempo, este veterano cultivador de canciones y de arroz en zonas tórridas ha acabado por adaptarse a la capital. Viste siempre de paño oscuro, muy elegante, y usa guantes para protegerse del frío. Compone menos que antes - nunca ha sido muy prolífi}e a oc}s gremiales y a ratos coge los pinceles y pinta. Es coleccionista de navajas y amigo de sus amigos. Sigue siendo enamoradizo, sentimental y de lágrima floja. No hay hijo que no reconozca, ni whisky fino al que no le haga asco, ni mujer a la que le niegue un piropo, un verso o un canto improvisado del que luego no queda registro.

Más de una vez se ha desfiado a duelo con adversarios de ocasión, y algún ángel guardián lo ha salvado milagrosament}durante años le escamotearon; sigue siendo parrandero bueno; canta bajito y bien sus propios cantos, y silba melodías cuando está en trance de componer. Ha sido condecorado por varios presid}rsitarios y centro de muchos homenajes.

Por: Daniel Samper Pizano

Biografia

Rafael Escalona

Fuente: Rafael Escalona | Visitas: 133177

Rafael Escalona

RAFAEL CALIXTO ESCALONA MARTINEZ, nació en Patillal, Cesar, el 27 de mayo de 1927. Fue el séptimo de nueve hermanos del hogar conformado por Clemente Escalona Labarces, coronel de la guerra de los Mil días, y Margarita Martínez Celedón.

Poco a poco fue recogiendo historias que serían la base de sus afamados vallenatos; el primero fue compuesto, en febrero de 1943, cuando apenas contaba 15 años; a él siguieron 85 composiciones más, melodías en las que no solamente se puede reconstruir su vida, sino también la del viejo departamento del Magdalena, aporte que le ha dado a la música vallenata hasta convertirla en carta de identidad de toda una región. Escalona ha recibido muchos homenajes, condecoraciones y ha sido diplomático, pero quizás el más grande fue el reconocimiento que su 'primo' Gabriel García Márquez le hizo cuando dijo que 'Cien años de Soledad no era más que un vallenato de 350 páginas'.

Rafael Escalona Martínez tenía quince años cuando compuso su primer canto vallenato. Un lustro antes había viajado del pequeño municipio de Patillal (Cesar), donde nació el 17 de mayo de 1927, a estudiar en Valledupar. Amiguero y sentimental, la vida escolar fue para él un plato agridulce, como lo revelan muchos de sus cantos ('El hambre del Liceo', 'El testamento', 'El bachiller'). Terminada la primaria, entró al colegio María Concepción Loperena, un instituto de bachillerato fundado meses atrás.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha.

Uno de los pocos estímulos que le ofrecía el Loperena, aparte de sus condiscípulos, era cierto maestro al que todos adoraban: el profesor Heriberto Castañeda. Este se preocupaba porque los muchachos no sólo aprendieran lecciones sino que crecieran como personas. Jugaba fútbol con ellos, procuraba interesarlos en las materias y participaba en sus reuniones y sus chistes. Sin embargo, al comenzar las clases de 1943, los alumnos se enteraron de una mala noticia: Castañeda había sido trasladado al Liceo Almirante Padilla, de Ríohacha. Escalona lamentó a su manera la partida del profesor. Había crecido escuchando a los campesinos y trovadores del Valle de Upar cuando interpretaban merengues, puyas, sones y paseos en las parrandas. Sabía, pues, que el que siente, canta. De modo que no encontró recurso más natural para despedir al maestro que componerle un paseo.

Son tres breves estrofas en las que se adivina ya la semilla que luego iba a desarrollar a lo largo de seis décadas -y las muchas, quiera Dios, que falten- en una obra que ha sido embajadora de Colombia en medio mundo. El paseo habla de los paisajes locales ('Cuando sopla el viento frío de la Nevada...'); de las tribulaciones del estudiante ('...que en horas de estudio llega al Loperena'); de prematuras nostalgias ('¡qué triste quedó el Loperena, qué tristes quedaron sus aulas!); y de sentimientos personales: El nos dijo adiós, porque se ha ido, y le dijimos adiós, pero que vuelva. 'El profe Castañeda' fue el primer canto de Rafael Escalona. Su fecha exacta: febrero de 1943. Desde entonces ha compuesto unos noventa más, muchos de los cuales -'La casa en el aire', 'Elegía a Jaime Molina', 'La vieja sara', 'El Almirante Padilla'- conocen de memoria los colombianos de varias generaciones. La obra de Escalona es un mosaico pintoresco y lleno de gracia que narra las historias, las costumbres y chismes de su tierra, según ocurre en 'La patillalera', 'La custodia de Badillo', 'El villanuevero', 'El general Dangond'... Pero también deja testimonio de sus amores y dolores, como en 'La historia', 'Honda herida', 'La brasilera', 'Dina Luz'... Versificador preciso y compositor sorprendente, en sus mejores cantos aparecen dosis magistralmente medidas de humor y poesía.

Compositor típico y atípico

Las historias de Escalona salieron de Valledupar en los años cincuenta; sedujeron a los cachacos en los años sesenta; en los setenta fueron catalizador para que el vallenato se convirtiera en la música colombiana más popular; pasaron al repertorio internacional y a la televisión en los ochenta; y sirvieron en los noventa para producir impacto en el mercado de discos y conciertos de América y Europa, de la mano de Carlos Vives. Cantos suyos han sido interpretados por artistas y orquestas famosas de América y Europa. De algunos de ellos hay versiones en salsa, en música sinfónica y hasta en flamenco.

No quiere esto decir que Rafael Escalona sea el único compositor vallenato. Hay una constelación de nombres que también ha tenido su parte en el éxito de esta expresión folclórica como música de masas. Pero es el más famoso y uno de los más extraordinarios. Su biógrafa Consuelo Araujonoguera dice: 'Es el más grande de todos. El que resiste todos los análisis que se le quieran hacer a sus cantos y todas las críticas que haya que formularle a su persona'.

Escalona, en todo caso, es un claro símbolo de la música vallenata. Mejor aún: un mito. Así lo reconoce 'Cien años de soledad' al incluirlo con nombre y apellido entre los personajes de Macondo. Lo curioso es que algunas de las características de Escalona se apartan de lo que podría considerarse clásico o tradicional en el mundo del folclor del Cesar. A diferencia de los grandes acordeoneros que han tejido la historia de esta música, Escalona no toca ningún instrumento. En contraste con figuras como Alejo Durán, Leandro Díaz y Emiliano Zuleta, que han dado voz a sus composiciones, Escalona rara vez canta. Y, al contrario de los campesinos y vaqueros pobres y a menudo analfabetos que dieron bulto al género, Escalona procede de una familia adinerada y aristocrática. La típica familia que gozaba con las parrandas pero consideraba que hacer canciones era oficio de gente humilde.

Así había sido durante muchos años. La música vallenata nació en piso de tierra, producto de la sensibilidad de las tres razas que formaron la nación costeña: indios, blancos y negros. Puede decirse, esquemáticamente, que los instrumentos básicos del vallenato representan este mestizaje racial: el acordeón europeo, la caja africana y la guacharaca precolombina.

Antigua música de provincia

Resulta imposible precisar en qué punto exacto de la geografía del norte de Colombia surgió el vallenato. La región donde aparecen estos cantos abarcaba partes de lo que hoy son los departamentos del Magdalena, Cesar, Guajira, Bolívar y Sucre. Hasta hace medio siglo se la conocía como la Provincia de Valledupar y Padilla o, más familiarmente, 'la Provincia'.

Seguramente la música de acordeón, que tuvo como evangelistas a la guitarra y la armónica, empezó a brotar en muchos puntos a la vez, ya que no fue obra de artistas sedentarios. Por el contrario, recorría el campo con los vaqueros, acudía a ferias con los campesinos, llevaba noticias de aquí y de allá con los primeros trovadores y juglares de la región. Más tarde se desarrolló en las colitas, juergas marginales que hacían los pobres en el patio de atrás del festín de ricos, y se reveló a muchos colombianos del interior que llegaron en los años veinte a trabajar en la Zona Bananera de Santa Marta. Fue música de parrandas, de desafíos, de fondas y de burdeles.

Cuando nació la radio en Colombia, por los años treinta, el vallenato fue uno de los primeros invitados a probar la magia del micrófono. Desde entonces su suerte ha estado vinculada a los nuevos medios de difusión del sonido. Ninguna expresión musical nacional ha vendido tantos discos en Colombia como el vallenato; la radio ofrece numerosas estaciones enteramente dedicadas a este género; el cine ha llevado a la pantalla a ídolos del canto vallenato, como Diomedes Díaz; y la televisión ha acogido también la popularidad de su cultura. La obra de Escalona, jusamente, inspiró una célebre telenovela que se transmitió a muchos países.

A medida que avanza su suceso, el vallenato ha ido ocupando entornos distintos: de la parranda a la caseta de feria, y de esta al concierto de estadio. Carlos Vives lo envolvió en una atmósfera contemporánea y lo condujo a donde no había podido llegar: los grandes sectores juveniles urbanos que eran pasto del rock.

Escalona es heredero de una sólida tradición que nació hace más de un siglo con el acordeonero José León Carrillo Mindiola, un joven de Atanquez (Cesar) a quien enviaron a España a mediados del siglo pasado creyendo adivinar en él honda vocación religiosa. La tenía, y honda, pero de parrandero. Muy pronto colgó las sandalias de lego y regresó a Valledupar armado de un acordeón con el que recogió las melodías que ya empezaban a sacudir el aire caliente en la flauta indígena o gaita.

A este patriarca sucedieron muchos compositores, incluídos el mítico Francisco el Hombre (Francisco Moscote), Sebastián Guerra, José Antonio y Germán Serna, Chico Bolaños, Alejo Durán, Luis Enrique Martínez, Samuel Martínez, Lorenzo Morales, Juancho Polo, Náfer Durán, Pacho Rada, Abel Antonio Villa, Calixto Ochoa, Julio Erazo, Rafael Campo Miranda y Carlos Huertas. Con Escalona comparten hoy el altar mayor cuatro compositores vivos: Leandro Díaz, Emiliano Zuleta, Calixto Ochoa y Adolfo Pacheco, músico enorme de la región de Bolívar donde el vallenato se acuesta con la cumbia. Hace un cuarto de siglo que el éxito del vallenato creó un mercado profesional de cantantes estrellas y acordeoneros de singular talento. Unos y otros son muchos y muy buenos como para intentar una lista incompleta en este breve e}piezas clásicas que de otro modo habrían permanecido olvidadas. Pero también, a instancias del boom comercial, surgió un tipo de vallenato deformado, falso, hueco y lacrimoso que ha sido el} Hombre.

Cuando se retiró del colegio sin haber conseguido el malhadado cartón de bachiller, Escalona se dedicó a la agricultura. Mujeriego, parrandero y hombre de pantalones - sobre los que brillaba a menudo una pistola calibre 45 con sus iniciales grabadas en la cacha-, sucumbió por fin al mandato matrimonial en 1951.

Marina Arzuega, su primera esposa, es la famosa Maye que aparece en muchos}aire' y Rosa María, la de 'El manantial. Al cabo de vivir durante muchos años en su hacienda 'Chapinero', en las afueras de Valledupar, de formar parte del frente cívico y político que impul}ontaje del Festival Vallenato y de ser punto de referencia obligado para periodistas y visitantes ilustres, llegó el año de 1975 que provocó un giro radical en Escalona. En ese año se casó por}amá) como cónsul de Colombia. Empezó así una nueva etapa de su vida y su música. Luego de tres años en el cargo, regresó a Colombia. Pero ya no volvió a afincarse en Valledupar. Al principio diagonal a la Academia de la Lengua, a tiro de piedra de l iglesia de Las Aguas y a 700 metros de la Quinta de Bolívar.

Con el tiempo, este veterano cultivador de canciones y de arroz en zonas tórridas ha acabado por adaptarse a la capital. Viste siempre de paño oscuro, muy elegante, y usa guantes para protegerse del frío. Compone menos que antes - nunca ha sido muy prolífi}e a oc}s gremiales y a ratos coge los pinceles y pinta. Es coleccionista de navajas y amigo de sus amigos. Sigue siendo enamoradizo, sentimental y de lágrima floja. No hay hijo que no reconozca, ni whisky fino al que no le haga asco, ni mujer a la que le niegue un piropo, un verso o un canto improvisado del que luego no queda registro.

Más de una vez se ha desfiado a duelo con adversarios de ocasión, y algún ángel guardián lo ha salvado milagrosament}durante años le escamotearon; sigue siendo parrandero bueno; canta bajito y bien sus propios cantos, y silba melodías cuando está en trance de componer. Ha sido condecorado por varios presid}rsitarios y centro de muchos homenajes.

Por: Daniel Samper Pizano